Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1886 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 10 de mayo de 1886
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Salmerón
Número y páginas del Diario de Sesiones: 1, 21-22
Tema: Reglamento por que ha de regirse el Parlamento

La he pedido únicamente para protestar contra las últimas palabras que ha pronunciado el Sr. Salmerón; porque por lo demás, S.S. puede quedarse con la extraña opinión que respecto al Reglamento nos ha manifestado, y que por cierto no es siquiera la de la mayoría de sus amigos, que tienen otra distinta, y menos aún de la mayoría del Congreso, pues ésta tiene sobre este punto la única opinión que se puede sustentar y es la misma que he tenido la honra de exponer ante la Cámara.

Señores, en esta cuestión del Reglamento no cabe duda ninguna; el último Reglamento destruye por su propia virtud, por su natural manera de ser, todos los Reglamentos anteriores; y por consiguiente, mientras no se dicte otro nuevo, claro es que ha de regir el que nos encontramos en vigor; esto es elemental y de sentido común. (El Sr. Salmerón: Para S.S.). Y para S.S. también, y para todo el que tenga sentido común (Aprobación en la mayoría), porque no hay otra manera regular, ordenada y normal de hacer las cosas. Hay, para los efectos de esta cuestión, una perfecta analogía entre los Reglamentos y las leyes, como que los Reglamentos no son, después de todo, más que leyes formadas de una manera distinta, y cuya acción se limita a aquellas colectividades que a ellos se someten o para quienes se dictan dentro de las prescripciones de las leyes que le sirven de fundamento. Por consecuencia de esto, para la formación, reforma y aplicación de los Reglamentos, han de seguirse las mismas o semejantes reglas que para la formación, reforma, aplicación y observancia de las leyes, si es que ha de hacer orden, regularidad, método y norma segura en las sociedades o colectividades que por los Reglamentos se rigen, porque al fin y al cabo un Reglamento no es más, respecto a la colectividad que a él se somete, que aquello que es una ley respecto a las sociedades en que se promulga y rige.

Esto es evidente, y además, como he indicado antes, lo dice el mismo sentido común. Pero sobre todo, lo dicen los precedentes; precedentes de tiempos deseados por S.S. y de hombres que deseaban lo que S.S. desea; el orden que S.S. proclama, que por cierto, si lo hemos de entender en general, del mismo modo que S.S. lo explica respecto de los Reglamentos, ¿qué sucedería con todo lo demás? (Risas en la mayoría). Todos los precedentes, Sres. Diputados, todos están con nuestra opinión, la cual consiste en sostener que mientras unas Cortes no acuerden variar el Reglamento que encuentran vigente al constituirse, se rigen por él. Y hasta tal punto es esto cierto, que en el Reglamento que rige vemos una conexión tan íntima con la ley electoral, que bien puede llamársele complemento de aquella y medio indispensable para que pueda aplicarse, porque hay muchas cosas en la ley electoral (a la cual debe S.S. el ocupar ese puesto), que están en perfecta relación con el Reglamento y que sólo con éste pueden surtir efecto. (El Sr. Salmerón: Lo debo, no a la ley, sino a la voluntad de los electores). Pero con arreglo a la ley. (Aprobación). ¿Lo ve S.S.? ¡Si es que aunque se empeñe no puede remediarlo! Es verdad que debe S.S. la elección a los electores, pero lo debe mediante la ley. (El Sr. Salmerón: ¿Qué quiere decir mediante la ley?). ¿Qué quiere decir mediante la ley? Pues quiere decir que sin la ley no le hubieran votado los electores a S.S. (Aprobación). [21]

Pues bien, señores, como indicaba, todos los precedentes están en contra de la opinión de S.S., y ocupando ese alto sitial de la Presidencia, o por lo menos un puesto importante en las Cortes, y no me rechazará S.S. el precedente, el Sr. Marqués de Albaida resolvió esta cuestión de la misma manera que la queremos resolver nosotros. ¡Cómo que no tenía otra solución! Por esto he dicho y repetiré sin cesar que la cuestión estaba ya resuelta por los precedentes, pues por eso estamos aquí hoy reunidos después de la sesión o junta de ayer, que se verificó conforme al Reglamento de las últimas Cortes.

Así, pues, Sr. Salmerón, hasta que las Cortes sean Cortes, o haya por lo menos una Mesa interina, tenemos que seguir con la última ley, porque yo supongo que S.S., aunque en su opinión sean malas las leyes, querrá respetarlas hasta que se modifiquen por otras leyes. Pues eso es lo que debe hacerse con el Reglamento, respetarlo hasta que por los procedimientos que el mismo Reglamento establece, se modifique.

Así se ha resuelto siempre, y aún en el precedente que S.S. ha recordado aquí, en que tomaron parte mi distinguido amigo el Sr. Martos, y mi no menos distinguido amigo el Sr. Castelar, a quienes yo tuve la honra de contestar, aún en ese precedente, ellos hicieron la pregunta, las Cortes acordaron que continuara el Reglamento anterior, y se dieron por satisfechos. (El Sr. Salmerón: Como me daré yo cuando lo acuerden). Pues ya se ha hecho la pregunta y hemos contestado todos que continúe el Reglamento vigente acordado en la legislatura anterior.

Pero S.S., a pesar de haber visto que estaba resuelta la cuestión, ha querido hacer un discurso; ya lo ha hecho, y lo ha hecho muy bien, y le felicitamos de todo corazón (El Sr. Salmerón: No lo necesito); pero vamos a concluir.

Yo siento haberme ocupado en estas cosas, porque son tan claras y sencillas que no creía que hubiera necesidad de decir una sola palabra acerca de ellas, y por consiguiente no ha sido para esto para lo que principalmente me he levantado. Si lo he hecho ha sido para protestar contra ciertas palabras que su señoría ha pronunciado; porque aquí, Sr. Salmerón, los Diputados de la Nación, cualesquiera que sean sus ideas, no vienen más que a hacer leyes y a respetar ante todo la legalidad existente, y es necesario que S.S. y sus amigos tengan entendido que si quieren que nosotros respetemos sus derechos y sus garantías y la defensa que hagan de sus principios, deben empezar por respetar las leyes y por acatar los altos Poderes del Estado. (Aplausos). [22]



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